Derrida
No existe un concepto definido de filosofía, simplemente nos guiamos de otros pensadores y sus diferentes concepciones y así creamos la nuestra propia. Todo pensar no es folosófico pero toda filosofía es pensar. En esa retroalimentaciones que vivimos día a día con nuestro entorno debemos estar siempre atentos que aspectos tomamos y cuales rechazamos; esto quiere decir que debemos cuidar lo que entra y lo que sale de nuestro pensamiento y saber discernir bien para así actuar bien y seguir el mejor camino de la vida y del pensamiento.
Cuando Derrida nos afirma que somos huella de otra huella debemos reflejar bien la huella de donde provenimos y la huella que somos: debemos conocernos y cuidarnos nosotros mismos. No quiere decir cuidar nuestro aspecto físico ni saber como lucimos ante un espejo, se trata de conocer nuestra imaginación, nuestras capacidades y cuidarlas porque solo eso es lo que nos pertenece. Las pertenencias son efímeras, y lo material que cosechemos en este mundo solo a este mismo mundo pertece; por el contrario, nuestras ideas y pensamientos son incorruptibles y es ahí donde radica la esencia de nuestra persona y nuestro irremplazable lugar en el mundo.
Debemos estudiar la filosofía por nuestros propios medios, no es una receta y hay que vivirla personalmente. Toda tésis tiene su antítesis que viene de sí misma, y mientras en el mundo todo esté definido y dicho, en nuestra mente siempre estamos innovando y naciendo día a día. Muchas de las cosas que algún día fueron novedad y gozaron del éxito quedaron marcadas como una tradición por el simple hecho que nos brindan seguridad y por eso seguimos ateniéndonos a ellas; lo interesante está en que debemos romper esquemas y arriegarnos y seguir innovando, pero no para crear nuevas tradiciones, sino para marcar la diferencia.
La sabiduría propia de nuestro ser nos ayuda en este camino. Debemos saber aplicar los conocimientos y reflexionar en nuestras propias experiencias para enriquicerlos ya que día a día aunque no queramos vivimos la vida de manera ciclica, y esto es en todos los sentidos de la existencia. Todo es un ciclo, tiene una armonía y un caos y de nuevo armonía; un principio, un fin y luego de nuevo el principio; un nacimiento, una muerte y de nuevo el nacimiento; una alegría, una tristeza y de nuevo la alegria; y así hasta el final y luego al comienzo de nuevo.
Cuando Derrida nos afirma que somos huella de otra huella debemos reflejar bien la huella de donde provenimos y la huella que somos: debemos conocernos y cuidarnos nosotros mismos. No quiere decir cuidar nuestro aspecto físico ni saber como lucimos ante un espejo, se trata de conocer nuestra imaginación, nuestras capacidades y cuidarlas porque solo eso es lo que nos pertenece. Las pertenencias son efímeras, y lo material que cosechemos en este mundo solo a este mismo mundo pertece; por el contrario, nuestras ideas y pensamientos son incorruptibles y es ahí donde radica la esencia de nuestra persona y nuestro irremplazable lugar en el mundo.
Debemos estudiar la filosofía por nuestros propios medios, no es una receta y hay que vivirla personalmente. Toda tésis tiene su antítesis que viene de sí misma, y mientras en el mundo todo esté definido y dicho, en nuestra mente siempre estamos innovando y naciendo día a día. Muchas de las cosas que algún día fueron novedad y gozaron del éxito quedaron marcadas como una tradición por el simple hecho que nos brindan seguridad y por eso seguimos ateniéndonos a ellas; lo interesante está en que debemos romper esquemas y arriegarnos y seguir innovando, pero no para crear nuevas tradiciones, sino para marcar la diferencia.
La sabiduría propia de nuestro ser nos ayuda en este camino. Debemos saber aplicar los conocimientos y reflexionar en nuestras propias experiencias para enriquicerlos ya que día a día aunque no queramos vivimos la vida de manera ciclica, y esto es en todos los sentidos de la existencia. Todo es un ciclo, tiene una armonía y un caos y de nuevo armonía; un principio, un fin y luego de nuevo el principio; un nacimiento, una muerte y de nuevo el nacimiento; una alegría, una tristeza y de nuevo la alegria; y así hasta el final y luego al comienzo de nuevo.